sábado, 3 de mayo de 2014

Regreso a la Desolación (II)

Apenas habían transcurrido unas horas desde el encuentro con los ogros cuando una nueva amenaza se abalanzó sobre el grupo. En esta ocasión, Dusk y Melnar hacían guardia, los cuales percibieron la llegada de un par de enormes canes de aspecto sombrío. El enano dio un paso al frente esperando la embestida, mientras que el místico avisaba al resto de sus camaradas. No obstante, los dos héroes estuvieron tan acertados en el combate, que consiguieron eliminar la amenaza antes incluso de que todo el grupo se despertara. Melnar, con el poder de la Dragonlace, y Dusk, con su hechizo de rayos, dieron buena cuenta de sendas bestias en un abrir y cerrar de ojos.
Terminado el descanso, continuaron con la travesía por el desierto. Fue entonces cuando se tropezaron con otro viajero, de nombre Jarom. Era curioso y algo desconcertante su increíble parecido con el recientemente fallecido Cielo Gris, tanto que por un momento los héroes podrían llegar a creer estar viendo un fantasma. ¿Quizás el Irda se encontró con este humano y decidió adoptar su aspecto? Sea como fuere, el viajero arcano se unió al grupo en un alarde de temeridad y sed de aventuras.
El grupo reemprendió la marcha, y poco tiempo después se produjo el inevitable cruce con un grupo de caballeros negros. Era algo esperado, dada su presencia en estas tierras. Por suerte, llevaban el salvoconducto redactado por Brandel Bloodstone. Tal y como acordaron con él, indicaron su posición a los soldados y entregaron el escrito como prueba. Su líder se presentó como Kalric, y tanto él como sus hermanos de armas se mostraron suspicaces en todo momento, centrando sus miradas, sobre todo, en la Dragonlance portada por Melnar. Sin embargo, el salvoconducto fue suficiente para que aceptaran la historia de los aventureros, y ambos grupos se separaron siguiendo su camino.
Ya habían atravesado más de la mitad de la distancia que les separaba de su objetivo, pero todavía les quedaban muchos peligros a los que enfrentarse, la mayoría de ellos de gran letalidad. Tal que así fue el encuentro que sucedió a continuación.
Como si el destino quisiera poner fin a la miseria de sus vidas, un numeroso grupo de feroces dracs rodeó a los héroes desde el cielo. Ya habían sufrido el poder de estas criaturas en sus propias carnes, y en esta ocasión había nueve de ellos, uno de los cuales se identificaba fácilmente como un líder todavía más peligroso que el resto.
Las nefastas consecuencias no se hicieron esperar. Desde su ventaja en la altura, el líder escupió fuego sobre el grupo, acertando de lleno a Dusk y a varios de sus compañeros cercanos. El resto de las escamosas criaturas siguieron el compás de su jefe, asaltando con sus espadones. Los héroes se defendían espalda contra espalda, y acertaban algún golpe que otro, aunque estos ataques se empequeñecían al lado de los tajos propinados por los dracs. Así, la primera baja no tardó en aparecer. Dusk cayó al suelo al borde de la muerte. Melnar consiguió estabilizarle con una pócima, y quizás había esperanza para que viviera, pero no sirvió para evitar lo inevitable. La salvación del grupo fue al mismo tiempo su fin. Y es que una certera andana de flechas de Garrett y un efectivo hechizo de Jarom, acabaron con la vida del líder de los dracs, provocando la retirada del resto de sus secuaces, y al mismo tiempo su explosión. El estallido hirió terriblemente a todos los que estaban cerca, incluido el místico, lo que supuso su muerte definitiva.
La jornada anterior perdieron a un compañero, y ahora de nuevo volvían a pasar por lo mismo. La despiadada naturaleza de aquel páramo no les permitía ni siquiera la oportunidad de llorar a sus amigos caídos.
Sólo quedaba seguir adelante, apretando los dientes y rezando a los dioses. Y quizás esto último tuvo algún efecto, pues unos antiguos aliados que no se esperaban volver a encontrar hicieron acto de presencia. Se trataba de los individuos encapuchados con ciertos rasgos élficos que ya les prestaron ayuda en su avanzada hacia Kendermore. Dispuestos a agarrarse a un clavo ardiendo, los héroes no dudaron en seguir a los sujetos en busca de descanso y curación. Lo que no sabían es que, además de esto, por primera vez obtendrían respuestas claras y concisas de su titánica misión.
Guiados por los extraños alcanzaron un campamento tranquilo y agradable. Muchos otros de la misma especia aguardaban allí, con unas alas de fuego que les confirmaron como faetones. La hospitalidad ofrecida fue tan grande como la cantidad de comida y bebida dispuesta. Los héroes y los kender disfrutaban de su momento de paz.
Kieran y Farrel eran los nombres de los faetones que guiaron al grupo hasta allí, y alguien más se presentó ante ellos, una hermosa criatura llamada Telerie. Era, sin duda, una líder en aquella comunidad, y sería la encargada de responder a todas las cuestiones que estuvieran en su mano. Fue de este modo como los aventureros concretaron su papel en esta empresa. Al parecer, su destino era llegar a Nordmar, lugar donde darían uso a la llave silvanesti. La música de la caja era la auténtica llave, una melodía que abriría un portal hacia el cementerio de dragones.
Por si había alguna duda de la importancia histórica e inaudita de que se produjera tal cosa, Telerie relató a los presentes la historia que precedía a aquel portal y al lugar de reposo de los dragones. Era una historia hermosa y triste a la vez, y llena de una épica ante la que los héroes esperaban estar a la altura. 

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