lunes, 28 de enero de 2013

Perdidos en las Profundidades


El grupo de aventureros emprendió la marcha por las cloacas iluminados por la suave luz que arrojaba la linterna de Bardo. Tan sólo a unos metros se toparon con el primer obstáculo, una encrucijada de dos pasillos bloqueados por sendos rastrillos de hierro. Los héroes escudriñaron alrededor de los mismos, intentando buscar algún mecanismo que accionara su apertura, aunque sin éxito. Se concentraron entonces en uno de los pasillos, y apreciaron una cerradura que, si el pícaro conseguía manipular, quizás les abriese paso para continuar su camino. Sin embargo, antes de poder intentarlo, algo surgió de entre las sombras pillándoles desprevenidos.

Precedidas por el horripilante brillo de unos ojos rojos en la oscuridad, una plaga de ratas gigantes se abalanzó contra los aventureros. Los roedores se movían con destreza y fiereza, siendo su gran número la principal amenaza. Todo el grupo desenfundó sus armas rápidamente y se enfrentó a ellas. La mano de Melnar parecía guiada por los Dioses, y sus golpes acertaban con éxito en la mayoría de ocasiones, aunque no era el único. Las ratas también atinaban de vez en cuando con sus mordiscos, a lo que se añadía el peligro de una posible infección. El sonido de los tajos y el chillido de las alimañas retumbaba en la estancia. Por momentos, el combate resultaba desesperante. Afortunadamente, la lucha llegó a su fin cuando Dusk eliminó al último roedor infecto, para seguidamente atender con su magia las heridas de sus compañeros.

Ya con la tranquilidad necesaria, Bardo hizo gala de sus habilidades para manipular la cerradura y abrir el paso. Los aventureros emprendieron su marcha con una idea clara en la cabeza: ir en dirección Sur, tal y como les había indicado el misterioso elfo que les rescató de la prisión. Pero no resultó tarea fácil.

A cada paso que daban, el grupo parecía más perdido. Las cloacas se mostraron como una laberíntica estructura de pasillos, esquinas, cruces y pequeñas estancias, cuya opresión se veía todavía más acentuada por el aire enrarecido. No había un camino claro hacia el Sur, por lo que no había más remedio que seguir explorando hasta encontrar cualquier salida en esa dirección, lo que significó, en más de una ocasión, dar grandes rodeos. Fue así como dieron con la amenaza más terrible a la que el grupo se había enfrentado hasta ahora.

En una estancia de gran tamaño e inundada de oscuridad, el siseo perturbador de una voz se deslizaba por el fétido aire, todavía más intenso que en el resto de las alcantarillas. Las palabras parecían órdenes dirigidas a alguien, aunque no se escuchaba ninguna otra presencia. ¿Sería un loco que se había perdido?. Para salir de dudas, Bardo investigó moviéndose sigilosamente entre las sombras hasta alcanzar el lugar desde el que provenía la voz. En una esquina, había una tosca plataforma alzada ligeramente sobre las aguas, donde se agolpaban innumerables cadáveres en diferentes estados de descomposición. Entre ellos, y permaneciendo inadvertido de no ser por su movimiento, Bardo observó a un enorme, obeso y deforme ser. El pícaro andaba sin hacer ruido, pero era tal el putrefacto olor en aquel lugar que no pudo evitar una inoportuna náusea que llegó al oído de la bestia. Se giró entonces hacia el aventurero, dejando ver su rostro malsano, con ojos hambrientos y unos afilados dientes. Bardo no perdió el tiempo, y salió de la esquina tan rápido como pudo. Sorprendentemente, el corpulento enemigo se mostró más ágil de lo esperado, persiguiendo al pícaro con gran celeridad y quedando ya a la vista de todo el grupo.

Los aventureros no lo dudaron y prepararon sus armas para atacar. Melnar, desde el cuerpo a cuerpo, y Pirvan, Bardo y Dusk desde la distancia. A pesar del evidente poder de la criatura, eran cuatro contra uno. El monstruo recibía tantos ataques que no pudo esquivarlos todos. Las heridas que recibió le hacían sangrar profusamente, y todo apuntaba a que los héroes acabarían con él en poco tiempo. Desgraciadamente, el destino les tenía reservada una terrible desdicha en forma de dos lacayos al servicio del inmundo ser. Aquellos a los que había llamado en la oscuridad hicieron acto de presencia, tan famélicos como su amo.

Los cuerpos de los recién llegados, y su manera de actuar, no dejaba lugar a dudas. Se trataba de necrófagos. Los aventureros corrían por la estancia tratando de dividir la amenaza, y lo consiguieron. Melnar se concentró en el enorme monstruo, que todavía seguía con vida. Le costó más de un hachazo abatirlo, aunque lo consiguió. Pirvan, Bardo y Dusk lanzaban sus virotes y flechas, pero la oscuridad y el hecho de que otros compañeros estuviesen cerca de sus objetivos les impedía tener una visión clara para acertar. Resultó inevitable que los necrófagos llegaran a alcanzarles a todos, a distancia de cuerpo a cuerpo, y fue entonces cuando comenzó la auténtica carnicería.

Los necrófagos no tienen otra función en su terrible existencia que despedazar y devorar, y estos demostraron saber hacerlo muy bien. Mientras los héroes lanzaban un ataque, los monstruos eran capaces de propinar una lluvia de zarpazos y mordiscos que, además, eran propensos a infectar a sus víctimas. Los golpes y disparos de los aventureros rozaban a los necrófagos sin hacerles casi ningún daño, o directamente fallaban estrepitosamente, como algún tajo lanzado torpemente al aire por el enano. Las criaturas se imponían poco a poco, y los aventureros fueron cayendo a su merced. Pirvan fue el primero, y a este le siguió Bardo, que resultó paralizado por el efecto venenoso de un mordisco, y que aguantó lo que pudo, pero no lo suficiente. El grupo se había reducido a la mitad, y nada parecía presagiar un desenlace mejor para el resto.

Ante tal panorama, Dusk decidió correr hacia la plataforma donde yacía inicialmente el jefe de las criaturas, y registrar entre los cadáveres. Puede que lo hiciese buscando alguna milagrosa ayuda, o puede que seguido por un repentino sentimiento de avaricia ante una muerte inminente. Nunca lo sabremos. En cualquier caso, consiguió encontrar varios objetos, algunos de los cuales brillaban con un destello que parecía sobrenatural, y decidió equiparse con ellos.

Mientras tanto, Melnar seguía combatiendo a los necrófagos. Gastó todo su resuello para conseguir acabar con uno de ellos al fin. Tan sólo quedaba uno. Le hizo frente, y mientras lanzaba sus hachazos podía escuchar los virotes que Dusk disparaba contra la criatura desde la plataforma. Sacando fuerzas de flaqueza, consiguieron acabar con ella. Con dos aventureros muertos, y los otros dos malheridos, aquella había sido una victoria demasiado cara.

Respirando ahogadamente, Dusk y Melnar observaban los cuerpos de sus compañeros caídos. La sangre de estos flotaba entre la turbia agua formando figuras extrañas, y esa circunstancia disparó un recuerdo en la mente de ambos. El elfo que les sacó de la prisión dijo algo además de que se dirigieran hacia el Sur. Les mostró un símbolo que debían buscar. Quizás por la rapidez de los acontecimientos, y la tensión generada por una temprana adversidad como resultó el encuentro con las ratas, les hizo olvidarlo. Ambos maldijeron en voz alta. Puede que por culpa de ese despiste sus compañeros estaban muertos. Ahora, dependía de ellos no volver a cometer el mismo error.

3 comentarios:

  1. "Puede que lo hiciese buscando alguna milagrosa ayuda, o puede que seguido por un repentino sentimiento de avaricia ante una muerte inminente."
    xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD SOY RICO, SOY RICO Y NO TENGO QUE COMPARTIRLO XDDDDDDDDDD.
    El enano ha sido demasiado modesto, yo me habría encumbrado.

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  2. Con la muerte de Bardo el Heraldo baja a las alcantarillas y os dice que no podéis ser el grupo elegido, ahora que el faro del grupo ha desaparecido, xD.

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  3. XDDDDDDDDDDD

    Por cierto, se nos olvidó saquear los cuerpos de nuestros compañeros XDDDDD

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